lunes, 26 de marzo de 2007

Mambrú se fue a la guerra

Hoy he tenido uno de esos encuentros esperpéntico- callejeros de camino a casa de Pilar. Andaba pensando en las musarañas cuando me cruzé con una señora de unos cincuenta y pico años y su perro. El animal era un ser minúsculo, de pelo escaso y marrón que encuadraríamos en la categoría de perros patada.
El "perro" iba atado a una de esas correas extensibles, también conocidas como de libertad aparente (el perro comienza a caminar tranquilamente alejandose del dueño, creyendo que el mundo es suyo, olisqueando y meando donde quiere hasta que una sacudida de la correa le recuerda que la libertad de uno ocupa un espacio, y, en su caso es de unos diez metros). El "perro", decía, iba caminando unos metros por delante de la señora, pero por el otro lado de la acera, creando una barrera con su correa que cruzaba la acera de un extremo a otro. El "bicho anteriormente conocido como rata gigante" se iba acercando peligrosamente a un paso de cebra hasta que la dueña corto las alas de su libertad con dos actos simultaneos: primero, trabó la correa; y, segundo, dijo con una voz aflautada a la que intentó imprimir autoridad: "Mambrú, quito ahí".
Mambrú, gran nombre que pierde su idiosincracia al ser pronunciado por aquella señora y dirigido a aquel ser. Lo que hacen las canciones infantiles.
Pero el pequeño Mambrú me hizo reflexionar sobre la cantidad, cada vez mayor, de perros patada que uno puede ver por la calle. Tras la moda de todo malote de tener su pirbu o su rotbailer, ahora son las amas de casa que se compran uno de esos estúpidos chuchos para que les hagan compañía. Esto yo no lo critico, lo que si me fastidia es que sean madres que cuando eras pequeño mataban a tu hamster a escobazos en cuanto te descuidabas las que ahora se compren esos bichos que son hamsters huidos de Chernobil. Como si un perro al que poder llamar así de forma digna diera más trabajo que una de esas ratas de mierda que sólo comen, cagan y ladran.
Aunque la solución más probable es que un labrador o un basset hound no se dejarian poner esas horrendas creaciones de ganchillo que las aburridas amas de casa crean con tanto mimo para ellos. Y los chucho aguantan con incomiable dignidad los arrebatos costuriles de estas emulas de Chanel o Dior (pregutadle sino al pobre Otto).

1 comentario:

poliptoton dijo...

Jajajajaja!!!
Lo de "El truco final" era una licencia poética, pero por supuesto, se puede aplicar a ti perfectamente.
Qué rabia dan esas putas correas tan largas, que no hay forma de pasar al perro sin caer en sus garras.
Cuando no esté en el curro ya iré leyendo el resto de entradas.