martes, 25 de noviembre de 2008

Diga que le debo

Este fin de semana fui a Vigo en una visita relámpago en la que, prácticamente, me pasé más tiempo en el tren que en casa. A pesar de la incomodidades y del excesivo tiempo que le toma a la vetusta locomotora llevarnos de Bilbao a Vigo, nada menos que 11 horas, esta vez tuvieron a bien deleitar a todos los viajeros, y no solo a los de preferente, con varias pinículas de elevada calidad y reconocido prestigio. A pesar de leer, ya sea en papel ya sea on-line, varias revistas de cine sólo pude identificar una de la películas y de ella, o más bien de su director, es de lo que quiero hablar.

La película es esa oda a la pirueta fílmica y al requiebro argumental amen de otras cabriolas más físicas que es Mission: Impossible 2 (el link va en inglés que está más completito de morralla) perpetrada por un tandem que hacen innecesarios a los otros dos jinetes del Apocalipsis: John Woo y Tom Cruise.
John Woo es un tipo al que toda persona que le guste el cine de acción adora. Rectifico, adoraba. Cuando no era más que un chinorro que hacía pelis de amarillos repartiendose hostias como panes de rosca y disprando tiros como si de una convención de la Asociación Nacional del Rifle se tratase, ahí molaba. Era super- cool, hasta los críticos más clasicorros y apolillados reconocían su mérito y destreza. John Woo era sinónimo de acción, que coño, él era la ACCIÓN en estado puro.

A principios de los años noventa el cine norteamericano empezaba un declive que le llevaría a la situación actual. Lo que viene a ser un : de aquellos polvos estos lodos. Es en esa época cuando empiezan a desembarcar diferente directores extranjeros en Holywood: Roland Emmerich, Paul Verhoeven o Wolfgang Petersen, por poner algun ejemplo. Si os fijais, son tipos que cuando llegaron a los EE. UU. realizaron buenas películas siguiendo con la estela de sus trabajos europeos, mucho más duros y descarnados que el entertaiment yanqui para jovenzuelos cara granos. Por esa época arriba también nuestro amigo Woo, John Woo a la tierra de las oportunidades. Y no venía con cualquier cosa debajo del brazo. Traía, todavía calentita Hard Boiled. Si quereis una película de detectives más duros que el acero que no les tiembla el pulso, miradla. Pues con esa última obra maestra del cine hongkonés llegó nuestro amigo a los Estados Unidos. Y lo primero que hizo, como para dejar claro que él no venía a hacer películas sino bodrios fue dirigir a Van Damme en Blanco Humano. Toma ya, eso es entrar por la puerta grande, como Hitchcock dirigiendo Rebeca nada más pisar suelo yanqui o como Orson Welles levantando Campanadas a Medianoche en medio de la estepa Castellana.

La historia de nuestro amigo Jonhy B Woo en suelo extraño no había echo más que empezar. A esta obra maestra le siguieron cosas como Broken Arrow, Face/off o Paycheck (me niego a poner más links no vaya a ser que toda esta cantidad de mierda interconectada colapse el intenné).

Volviendo al principio del post, mientras veía Mission: Impossible 2 (con dos eses, dos puntos, dos eses y un dos, ojo, cuidao) me fijé en el número de planos a cámara lenta que había en la primera parte de la película (no resistí más). El número se sitúa entre 20 y 25 y eso que no nos hemos metido en faena. Luego ya empiezan las persecuciones, los tiros, las palomas de los cojones,... Y más de uno se preguntara, con buen tino: ¿a donde quieres ir a parar? Muy sencillo: hay directores que deberían devolver todo el dinero que han ganado con sus películas, PERO, no vale con ser un Uwe Boll de la vida, puesto que es harto fácil, sino que primero debes de ser un director prometedro, incluso tener películas buenas para luego convertirte en una mierda sobrevalorada bien por la crítica, bien por la taquilla, bien por ambos.

Y me puse a pensar a que directores le reclamaría el parné que me dejé viendo sus bodrios antes de que la ey¡Mula viniera a resolver este problema. El primero en acudir a mi mente fur Amenábar, nuestro petit prince de la cinematografía. Creo que debería devolver todo el dinero que haya tocado desde que terminó Tesis, película que se salva únicamente por ser la ópera prima del chaval, por que vista años después la cosa empieza a flojear que da gusto. Abre los ojos es una película que ya hemos visto tantas veces en donde realidad, sueño y ficción se entremezclan jugando con el espectador; y lo de Los Otros ya es de traca pues es un remix entre "Una vuelta de Tuerca" de Henry James y una obra teatral londinense titulada "The Others" en la que los vivos resulta que están muertos y los muertos son los vivos. De "Mar Adentro" sólo comentar que desde que vi la versión gallega en la que a Ramón Sampedro lo interpreta el actor principal de la más longeva telecomedia gallega, Ernesto Chao, me niego a reconocer ningún valor artístico a la peliculucha de Amenábar. Ahora el tipo anda perpetrando otra magna obra que será alabada por los críticos españoles en lo que será el acto coprofágico del año junto con el estreno de lo nuevo de Almodóvar del cual paso de hablar por respeto a ciertas películas de los ochenta y de haber formado un grupo junto a Fabio McNamara.

Remato por hoy esta diatriba pero me quedan en el tintero otros directores a los que pedir que devuelvan el dinero. Aquí un adelanto: John Singleton, Julio Medem, Mathiew Kazzovitz y alguno más.

ACTUALIZACIÓN: Aquí os dejo un video de Siniestro Total ijnterpretando el tema que da título a este post:

martes, 18 de noviembre de 2008

Revuelta en el frenopátiko

Aupa familia. Vuelvo a reengancharme a este vuestro blohs preferido para realizar un pequeño análisis de la actualidad y de ciertas cosas que me causan molestias en mi inmaculado escroto. Antes de nada informar que en la actualidad me encuentro bien de salud tras la operación de cambio de género donde mudé del tan simple género narrativo a otro más acorde con mi condición de líder de masas con esencia mesiánica como el género épico.

Tras esto me gustaría comentar que las cosas en Bilbao van bien, podrían ir mejor, sí, pero aunque no viva en la mansión Playboy ni conduzca un Lamborghini Gallardo Superleggera las cosas podían ser mucho peores; podía vivir en Madrid disponiendo de la misma pasta. Para todos aquellos que no sepan nada de mi vida más reciente (esto es, los últimos cinco meses) comentar que empecé un curso de Dirección de Fotografía el cual ha resultado ser bastante interesante, pues va a aportar una serie de personajes dignos de ocupar el Olimpo de No puedo creer que exista gente así realmente. Pero de momento mantendré un prudente silencio hasta que las hostilidades se hayan abierto definitivamente. Actualmente, me encuentro en la fase de puyas y triples sentidos con piruetas cómico-festivas que, auguro, tendrá su primer clímax durante la cena de Navidad alimentada por un par de botellas de rioja y algún que otro cigarrito de la risa.

Pero a pesar de ser un chico de evidente atractivo físico y estar en edad de merecer, no todo es un camino de rosas. La primera piedra esta representada por unas obras que están realizando en la bella fachada de mi noble vivienda, sita en el Casco Viejo de Bilbao (vamos, a tiro de lapo del kilómetro cero del mundo y, por extensión, del Universo conocido). La obrita de marras, perpetrada por una suerte de Manolos y Benitos multiculturales, lleva tocádonos (a mí y a mis compañeros de piso) los cojones durante más seis meses y lo que te rondaré morena. En este tiempo he tenido oportunidad de apreciar los diferentes métodos de pasividad laboral obreril así como de chapuzas varias que darían para escribir una segunda parte de la novela Guerra y Paz, aunque en esta secuela habría un mayor desarrollo psicológico de los personajes motivado por el deterioro de nuestro estado mental de tanto lidiar con esta panda de vagos que dicen llamarse obreros de la construcción (nada que ver con los apuestos y gallardos obreros protagonistas de uno de los más insignes capítulos de la serie Búscate la vida- aquí 1 y 2).

Otro aspecto negativo es la falta de trabajo remunerado que me ayude a sobrellevar las penas. La tan cacareada crisis se ha convertido en una excusa perfecta para no tener que dar oportunidades a la chavalería en el mercado laboral o, peor aún, ofrecerle unos salarios y unas condiciones laborales que convertirían un taller clandestino de confección vietnamita en un centro ejemplar en el trato al proletariado.

Aún con todo, estoy contento en esta ciudad y estoy ya aclimatado perfectamente a los usos y costumbres de los bilbaínos. Los potes y los pintxos conforman parte de mi exigua dieta pero todo sea por ser un txikitero de pro. También mi modo de pensar se va pareciendo más al de un bilbaíno como dios manda y se me calienta la boca rápidamente a la hora de exagerar algo, apostar o de retar a alguien. Esto es un punto fundamental para que a uno se lo considere "del mismo centro de Bilbao", puesto que un buen bilbaíno no tiene miedo a nada ni a nadie si de por medio hay una apuesta que justifique la futura estupidez a cometer. Como muestra un botón: el padre del gran boxeador Urtain murió durante una apuesta al retar a sus amigos a que aguantaba que 10 personas le saltaran sobre el pecho una detrás de otra; el hombre lo consiguió, pero enchido de orgullo, dijo que saltara otro más que los diez primeros le habían parecido un calentamiento; el problema fue que el undécimo le hundió el pecho, bastante perjudicado a esa alturas, matándolo en el acto. Pero a pesar de esta historia que puede causar sorpresa en más de uno ante tamaña estupidez, he de decir que al padre de Urtain se le tiene respeto por haber muerto en medio de una apuesta tan épica.

Otra cosa que he podido vivir ha sido el Aste Nagusia o Semana Grande de Bilbao celebrada en Agosto y que demostró ser una batalla contra el sentido común y las mas elementales formas de desarrollo humano. El Aste Nagusia es una semana donde el kalimotxo, la cerveza y el speed corren por las venas de toda persona menor de cuarenta años como si fueran a ser prohibidas al día siguiente. A estas sustancias han de añadirse cientos de miles de millones de pintxos que uno ingiere para mantenerse en pie. La combinación Champiñones con salsa picante regados con kalimotxo del infierno y aderezado con gramos de speed produce en los sujetos un estado alucinatorio- acelerado que provoca situaciones que pueden parecer extrañas en cualquier otro lugar pero de lo más normal para los locales. Si queréis tener una idea aproximada, leeros el libro Payasos en la lavadora de Alex de la Iglesia. Es un libro que da una imagen aproximada pero que se queda corta en cuanto al descerebre y la anarquía reinante.

Por lo demás, hemos visto todos como el mundo se va otra vez a la mierda (y van...), un negro es presidente de los EE.UU. (aunque si uno escucha la COPE o ve Intereconomía parece que es un ario con adicción a los rayos UVA como Zaplana), la televisión y el cine estatal (así se refiere un vasco a todo lo venido de allende la Rioja) son una castaña y que a mis hijos los educaré para que roben y trinquen todo lo que puedan del erario público pues no sólo vivirás de puta madre sino que harás entrevistas de altísimo nivel con damas de la pequeña pantalla como ARghhh y Mari Tere Campos. Y por si fuera poco, el imbécil del Pablo Motos no se ha matado todavía en uno de los experimentos de mierda que hacen en su subprograma.

En fin, me voy a ir al bar que casi es la una del mediodía y sólo me he tomado treinta y siete vino y cuarenta y cinco pintxos. Agur.

Y de regalo: Bilbao por la frikipedia.