Si se aprueba la nueva Ley del Cine (actualización: un post donde la desmenuzan un poco más: la ley del cabreo), por fin podré poner en marcha mi personal plan de ataque y derribo del cine español. Ahora resulta que lo que importa no es concebir un buen proyecto, original y bien trabajado, sino tener un buen par de ovarios (también vale tener una deficiencia mental de origen cromosómico, por que de deficientes a secas el cine está lleno) o algún rasgo que te separe de ser varón, blanco en posesión de sus facultades mentales. Por que lo que importa es que las mujeres dirijan más películas sin importar si esas películas van a tener un mínimo de calidad o de interés para el público.
Aquí voy a abrir un paréntesis para hablar de películas como Mentiras y gordas o Fuga de cerebros. Si atraen al público, yo estaré encantado por que demostrará que hay gente capaz de hacer películas que superen los prejuicios de nuestro cine y levantan películas que conectan con el adolescente medio igual que los blockbusters yanquis. Lo que no acepto es cuando se hacen películas supuestamente molonas y chachis (nótese la elección de los adjetivos) que en la puta vida van a atraer a la chavalería a no ser que se vuelva a poner de moda el jaco (que a tenido un ligero repunte) y el pegamento como drogas sociales. Cierro el paréntesis.
Lo que más miedo me da, volviendo al tema de la Ley y la discriminación positiva (¿no habíamos quedado que la discriminación es un adjetivo descalificativo?), es que en futuro nos invada una ola de cine perpetrada por ordas de clones de Isabel Coixet (lagarto, lagarto; nunca pronuncies su nombre tres veces delante de un espejo, quedáis avisados). Una saga de Mapa de los sonidos de... el Soho, Manhattan, Helsinki, París, Teruel y todos los sitios cool y con glamour que se os ocurran. Pensad que la peliculucha de la Coixet no es más que un burdo intento de explotar esa (en mi opinión) hipermegasobrevalorada postal lánguida que es Lost in Translation. Las mismas gamas crómáticas (¿en Japón existe algún color que no sea fluorescente o neón?), los mismos planos- postal super-íntimos-que-te-cagas (¿acaso un peli sobre Japón tiene que ser leeenta?), las mismas poses de los actores con cara de: no tenía que haberme comido aquel bol de pescado crudo por muy modelno que parezca.
Una ley del cine tiene que abogar por una discriminación positiva en cuanto a la calidad de los proyectos, es decir, que sólo aquellos que no huelan a truñazo desde lejos (¿alguien a dicho Rosales?) sean subencionados. Lo de los dos millones de euros y los 60.000 espectadores exigidos para recibir la pasta me parecen medio bien. Sólo medio por que podían haber rebajado el importe mínimo de una película a un millón y medio de euros (que parece poco pero son ochenta quilos de las añoradas pesetas). Lo de los espectadores me parece bien por que:
las productoras compran el mínimo de entradas necesarias para recibir la subvención (práctica habitual hasta en taquillazos). Si el mínimo sube, las productoras tendrán que rascar su bolsillo un poco más (lo siento pero ya somos mucho a vivir del Estado y hay que eliminar enemigos), el Estado recaudará más del cine y, esperemos, podrá reinventir ese dinero en aumentar las ayudas de los años siguientes. También conseguirá que las pleículas españolas aprezcan en las listas de taquilla (copadas actualmetne por pelis de fuera) con lo que les dará mayor notoriedad. Y por último una razón demasiado personal: por que la Ministra de Cultura tiene una cara que está pidiendo a gritos un bukake con todos los parlamentarios. Lo sé, parece que no tiene nada que ver, pero con decisiones como esta Ley del Cine se va acercando al sexo extremo, por lo pronto a ser soterrada bajo una tonelada de excrementos de todos los trabajadores del cine y de todos los internautas. Aunque la coprofagia parezca asquerosa, lo veo como un buen comienzo cara ese bukake (como se le llena la boca a uno cuando pronuncia la palabra bukake).
Aquí voy a abrir un paréntesis para hablar de películas como Mentiras y gordas o Fuga de cerebros. Si atraen al público, yo estaré encantado por que demostrará que hay gente capaz de hacer películas que superen los prejuicios de nuestro cine y levantan películas que conectan con el adolescente medio igual que los blockbusters yanquis. Lo que no acepto es cuando se hacen películas supuestamente molonas y chachis (nótese la elección de los adjetivos) que en la puta vida van a atraer a la chavalería a no ser que se vuelva a poner de moda el jaco (que a tenido un ligero repunte) y el pegamento como drogas sociales. Cierro el paréntesis.
Lo que más miedo me da, volviendo al tema de la Ley y la discriminación positiva (¿no habíamos quedado que la discriminación es un adjetivo descalificativo?), es que en futuro nos invada una ola de cine perpetrada por ordas de clones de Isabel Coixet (lagarto, lagarto; nunca pronuncies su nombre tres veces delante de un espejo, quedáis avisados). Una saga de Mapa de los sonidos de... el Soho, Manhattan, Helsinki, París, Teruel y todos los sitios cool y con glamour que se os ocurran. Pensad que la peliculucha de la Coixet no es más que un burdo intento de explotar esa (en mi opinión) hipermegasobrevalorada postal lánguida que es Lost in Translation. Las mismas gamas crómáticas (¿en Japón existe algún color que no sea fluorescente o neón?), los mismos planos- postal super-íntimos-que-te-cagas (¿acaso un peli sobre Japón tiene que ser leeenta?), las mismas poses de los actores con cara de: no tenía que haberme comido aquel bol de pescado crudo por muy modelno que parezca.
Una ley del cine tiene que abogar por una discriminación positiva en cuanto a la calidad de los proyectos, es decir, que sólo aquellos que no huelan a truñazo desde lejos (¿alguien a dicho Rosales?) sean subencionados. Lo de los dos millones de euros y los 60.000 espectadores exigidos para recibir la pasta me parecen medio bien. Sólo medio por que podían haber rebajado el importe mínimo de una película a un millón y medio de euros (que parece poco pero son ochenta quilos de las añoradas pesetas). Lo de los espectadores me parece bien por que:
las productoras compran el mínimo de entradas necesarias para recibir la subvención (práctica habitual hasta en taquillazos). Si el mínimo sube, las productoras tendrán que rascar su bolsillo un poco más (lo siento pero ya somos mucho a vivir del Estado y hay que eliminar enemigos), el Estado recaudará más del cine y, esperemos, podrá reinventir ese dinero en aumentar las ayudas de los años siguientes. También conseguirá que las pleículas españolas aprezcan en las listas de taquilla (copadas actualmetne por pelis de fuera) con lo que les dará mayor notoriedad. Y por último una razón demasiado personal: por que la Ministra de Cultura tiene una cara que está pidiendo a gritos un bukake con todos los parlamentarios. Lo sé, parece que no tiene nada que ver, pero con decisiones como esta Ley del Cine se va acercando al sexo extremo, por lo pronto a ser soterrada bajo una tonelada de excrementos de todos los trabajadores del cine y de todos los internautas. Aunque la coprofagia parezca asquerosa, lo veo como un buen comienzo cara ese bukake (como se le llena la boca a uno cuando pronuncia la palabra bukake).
4 comentarios:
Buen análisis Brais XD. Me leeré tus posts a partir de este momento.
Un saludo desde Alemania,
Alfonso Aguado.
XD! Hacía tiempo que no azotabas con tu verbo a los infames, estultos y personajillos de baja estofa. Un saludo!
Había que esperar que el pus asomara por la boca.
Iba a decir que qué casualidad que hiciéramos referencia a lo mismo casi al mismo tiempo, pero todavía necesito digerir (con perdón) el último párrafo...
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