Este fin de semana fui a Vigo en una visita relámpago en la que, prácticamente, me pasé más tiempo en el tren que en casa. A pesar de la incomodidades y del excesivo tiempo que le toma a la vetusta locomotora llevarnos de Bilbao a Vigo, nada menos que 11 horas, esta vez tuvieron a bien deleitar a todos los viajeros, y no solo a los de preferente, con varias pinículas de elevada calidad y reconocido prestigio. A pesar de leer, ya sea en papel ya sea on-line, varias revistas de cine sólo pude identificar una de la películas y de ella, o más bien de su director, es de lo que quiero hablar.
La película es esa oda a la pirueta fílmica y al requiebro argumental amen de otras cabriolas más físicas que es Mission: Impossible 2 (el link va en inglés que está más completito de morralla) perpetrada por un tandem que hacen innecesarios a los otros dos jinetes del Apocalipsis: John Woo y Tom Cruise.
John Woo es un tipo al que toda persona que le guste el cine de acción adora. Rectifico, adoraba. Cuando no era más que un chinorro que hacía pelis de amarillos repartiendose hostias como panes de rosca y disprando tiros como si de una convención de la Asociación Nacional del Rifle se tratase, ahí molaba. Era super- cool, hasta los críticos más clasicorros y apolillados reconocían su mérito y destreza. John Woo era sinónimo de acción, que coño, él era la ACCIÓN en estado puro.
A principios de los años noventa el cine norteamericano empezaba un declive que le llevaría a la situación actual. Lo que viene a ser un : de aquellos polvos estos lodos. Es en esa época cuando empiezan a desembarcar diferente directores extranjeros en Holywood: Roland Emmerich, Paul Verhoeven o Wolfgang Petersen, por poner algun ejemplo. Si os fijais, son tipos que cuando llegaron a los EE. UU. realizaron buenas películas siguiendo con la estela de sus trabajos europeos, mucho más duros y descarnados que el entertaiment yanqui para jovenzuelos cara granos. Por esa época arriba también nuestro amigo Woo, John Woo a la tierra de las oportunidades. Y no venía con cualquier cosa debajo del brazo. Traía, todavía calentita Hard Boiled. Si quereis una película de detectives más duros que el acero que no les tiembla el pulso, miradla. Pues con esa última obra maestra del cine hongkonés llegó nuestro amigo a los Estados Unidos. Y lo primero que hizo, como para dejar claro que él no venía a hacer películas sino bodrios fue dirigir a Van Damme en Blanco Humano. Toma ya, eso es entrar por la puerta grande, como Hitchcock dirigiendo Rebeca nada más pisar suelo yanqui o como Orson Welles levantando Campanadas a Medianoche en medio de la estepa Castellana.
La historia de nuestro amigo Jonhy B Woo en suelo extraño no había echo más que empezar. A esta obra maestra le siguieron cosas como Broken Arrow, Face/off o Paycheck (me niego a poner más links no vaya a ser que toda esta cantidad de mierda interconectada colapse el intenné).
Volviendo al principio del post, mientras veía Mission: Impossible 2 (con dos eses, dos puntos, dos eses y un dos, ojo, cuidao) me fijé en el número de planos a cámara lenta que había en la primera parte de la película (no resistí más). El número se sitúa entre 20 y 25 y eso que no nos hemos metido en faena. Luego ya empiezan las persecuciones, los tiros, las palomas de los cojones,... Y más de uno se preguntara, con buen tino: ¿a donde quieres ir a parar? Muy sencillo: hay directores que deberían devolver todo el dinero que han ganado con sus películas, PERO, no vale con ser un Uwe Boll de la vida, puesto que es harto fácil, sino que primero debes de ser un director prometedro, incluso tener películas buenas para luego convertirte en una mierda sobrevalorada bien por la crítica, bien por la taquilla, bien por ambos.
Y me puse a pensar a que directores le reclamaría el parné que me dejé viendo sus bodrios antes de que la ey¡Mula viniera a resolver este problema. El primero en acudir a mi mente fur Amenábar, nuestro petit prince de la cinematografía. Creo que debería devolver todo el dinero que haya tocado desde que terminó Tesis, película que se salva únicamente por ser la ópera prima del chaval, por que vista años después la cosa empieza a flojear que da gusto. Abre los ojos es una película que ya hemos visto tantas veces en donde realidad, sueño y ficción se entremezclan jugando con el espectador; y lo de Los Otros ya es de traca pues es un remix entre "Una vuelta de Tuerca" de Henry James y una obra teatral londinense titulada "The Others" en la que los vivos resulta que están muertos y los muertos son los vivos. De "Mar Adentro" sólo comentar que desde que vi la versión gallega en la que a Ramón Sampedro lo interpreta el actor principal de la más longeva telecomedia gallega, Ernesto Chao, me niego a reconocer ningún valor artístico a la peliculucha de Amenábar. Ahora el tipo anda perpetrando otra magna obra que será alabada por los críticos españoles en lo que será el acto coprofágico del año junto con el estreno de lo nuevo de Almodóvar del cual paso de hablar por respeto a ciertas películas de los ochenta y de haber formado un grupo junto a Fabio McNamara.
Remato por hoy esta diatriba pero me quedan en el tintero otros directores a los que pedir que devuelvan el dinero. Aquí un adelanto: John Singleton, Julio Medem, Mathiew Kazzovitz y alguno más.
ACTUALIZACIÓN: Aquí os dejo un video de Siniestro Total ijnterpretando el tema que da título a este post: