Usted, querido lector, es culpable. Culpable de que unos artistillas de medio pelo no puedan comprarse otro BMW último modelo; culpable de que Ramoncín padezca insomnio (con lo que tiene más tiempo para maquinar sobre cómo conquistar el bolsillo mundo); culpable de que muchos productores (cinematográficos y musicales) no puedan presumir ante sus amistades (Pitita, Pocholo, el vizconde de Romanones) del yate de un millón de leguas de eslora que se iban a comprar. Usted, mi querido lector, es el mal en persona. Y por eso me cae bien, pero a mucha gente, no.
Y es curioso que esa gente, a la que usted pagó sus lujos cuando compró como un ceporro el disco de "Bom-Bom Chip" (¿era joven e inesperto?, no se justifique, vaya inmediatamente a limpiar El Escorial con sólo un cepillo de dientes); y soportó la visión de deleznables engendros visuales como "Aquí huele a muerto". Si, ellos son los que le acusan a usted del mal de la piratería, que promete acabar con su forma de vida.
Me resulta gracioso como, durante la promoción de cada nueva basura audiovisual, los productores-promotores apelan a nuestro sentimiento de fan y público, amén de comprador; pero luego, nos insulta cuando, hartos de tirar el dinero comprando sus productos, nos los bajamos por internet.
Yo soy uno de los que cumplen con esta doble etiqueta de consumidor-culpable. Durante años, acudí al cine cada semana, religiosamente, pagando mi entrada y disfrutando del entrenimiento prometido. Pero, cada vez era más difícil elegir algo con atractivo suficiente para ser visto. Empeza, poco a poco, a surgir la moda de los remakes, precuelas y secuela (siempre me ha parecido muy acertado este nombre; si cuela, coló, y el dinero, pa´la buchaca). Algunas, caían en un terreno que conseguía que nuestras convinciones más asentadas se tambaleasen (como al ver "Batman Forever"), pero yo no desfallecí. Me gastaba mis buenos cuartos en VHS´s y en CD´s. Yo era un consumidor responsable. No pedía que me lo recompensaran, aunque no habría estado de más un poco de respeto. Sí, el respeto, o su falta, es el mayor problema del la industria audiovisual. Se ha perdido el respeto al consumidor, al público, al fan.
Resulta que nosotros apoyamos a Satán cuando no elejimos una película española, o cuando nos descargamos un cd del que sólo nos interesa una canción (podemos añadir la parte ecológica, en la que la gente es la única causante del cambio climático, nada de plantas térmicas, deforestaciones, vertidos ilegales,...). Mean por nos e dicimos que chove (mean por nosotros y decimos que llueve).
El público nunca ha sabido elegir, y aunque supiera, sólo puede elegir de entre lo que le ofrecen. Si la oferta es una basura, el público elige basura (teoría que puede ser aplicada a el por qué del éxito de los programas de cotilleos); sin en la oferta existe algo con unos mínimos de calidad (no se pide mucho, apenas algo de originalidad, algo que no existe ni en la música ni en el cine actual, salvo honrosas, y a menudo curtidas, excepciones).
Por qué el público no es tan borrego. Los auténticos cretinos son los dirigentes de las cadenas, los encargados de la seleción de programas y series de ficción de las cadenas, los productores discográficos y cinematográficos, las administración públicas ergo el Gobierno, los "artistas" vendidos y muchos más. Somos el cliente y tienen que aprender que cuando el cliente queda insatisfecho, deja de comprar y se busca la vida. Internet nos ha facilitado el camino para no tener que comernos la inmundicia generada por las grandes compañías del audiovisual.
A mi no me amedrentan sus amenazas en nombre de la Cultura (hay que ver cómo se les llena la boca). Soy un consumidor cabreado y me he procurado una salida: Internet, por que yo lo valgo.
Y es curioso que esa gente, a la que usted pagó sus lujos cuando compró como un ceporro el disco de "Bom-Bom Chip" (¿era joven e inesperto?, no se justifique, vaya inmediatamente a limpiar El Escorial con sólo un cepillo de dientes); y soportó la visión de deleznables engendros visuales como "Aquí huele a muerto". Si, ellos son los que le acusan a usted del mal de la piratería, que promete acabar con su forma de vida.
Me resulta gracioso como, durante la promoción de cada nueva basura audiovisual, los productores-promotores apelan a nuestro sentimiento de fan y público, amén de comprador; pero luego, nos insulta cuando, hartos de tirar el dinero comprando sus productos, nos los bajamos por internet.
Yo soy uno de los que cumplen con esta doble etiqueta de consumidor-culpable. Durante años, acudí al cine cada semana, religiosamente, pagando mi entrada y disfrutando del entrenimiento prometido. Pero, cada vez era más difícil elegir algo con atractivo suficiente para ser visto. Empeza, poco a poco, a surgir la moda de los remakes, precuelas y secuela (siempre me ha parecido muy acertado este nombre; si cuela, coló, y el dinero, pa´la buchaca). Algunas, caían en un terreno que conseguía que nuestras convinciones más asentadas se tambaleasen (como al ver "Batman Forever"), pero yo no desfallecí. Me gastaba mis buenos cuartos en VHS´s y en CD´s. Yo era un consumidor responsable. No pedía que me lo recompensaran, aunque no habría estado de más un poco de respeto. Sí, el respeto, o su falta, es el mayor problema del la industria audiovisual. Se ha perdido el respeto al consumidor, al público, al fan.
Resulta que nosotros apoyamos a Satán cuando no elejimos una película española, o cuando nos descargamos un cd del que sólo nos interesa una canción (podemos añadir la parte ecológica, en la que la gente es la única causante del cambio climático, nada de plantas térmicas, deforestaciones, vertidos ilegales,...). Mean por nos e dicimos que chove (mean por nosotros y decimos que llueve).
El público nunca ha sabido elegir, y aunque supiera, sólo puede elegir de entre lo que le ofrecen. Si la oferta es una basura, el público elige basura (teoría que puede ser aplicada a el por qué del éxito de los programas de cotilleos); sin en la oferta existe algo con unos mínimos de calidad (no se pide mucho, apenas algo de originalidad, algo que no existe ni en la música ni en el cine actual, salvo honrosas, y a menudo curtidas, excepciones).
Por qué el público no es tan borrego. Los auténticos cretinos son los dirigentes de las cadenas, los encargados de la seleción de programas y series de ficción de las cadenas, los productores discográficos y cinematográficos, las administración públicas ergo el Gobierno, los "artistas" vendidos y muchos más. Somos el cliente y tienen que aprender que cuando el cliente queda insatisfecho, deja de comprar y se busca la vida. Internet nos ha facilitado el camino para no tener que comernos la inmundicia generada por las grandes compañías del audiovisual.
A mi no me amedrentan sus amenazas en nombre de la Cultura (hay que ver cómo se les llena la boca). Soy un consumidor cabreado y me he procurado una salida: Internet, por que yo lo valgo.
1 comentario:
¿Sabes?, yo creo que sí podemos elegir lo que vemos y lo hacemos al desacargarnos cosas de internet y cuando no ponemos el tomate y esas cosas. La gente es lenta actuando pero poco a poco se darán cuenta y emepzarán a ver cosas mejores.
Besos
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